Marcha a Topas es un colectivo anticarcelario de Salamanca que desde hace 23 años organiza unas jornadas en contra de las prisiones y la marcha a la cárcel de Topas a finales de marzo o principios de abril.
Plantear a la sociedad civil, a la ciudadanía de a pie, una visión diferente de la realidad de nuestras cárceles es una tarea sumamente difícil. El discurso general nos muestra la supuesta labor humanitaria del funcionariado de prisiones y el proyecto rehabilitador del Estado para con la población reclusa, pero es necesario señalar la fractura que existe entre la realidad y la noticia.
De manera continuada la muerte se pasea en las prisiones con placa de funcionario y toga de juez. Muertes programadas, inducidas, ejecutadas, falseadas y silenciadas por la totalidad del engranaje penitenciario. La intervención de correspondencia, la falta de asistencia médica, los grilletes, las palizas, los ahorcamientos, las muertes en extrañas circunstancias… no pueden presentarse como una profundización en el ideal resocializador de la Ley Penitenciaria. Más bien se trata del último y mejor ocultado exterminio del Estado español.
Desgraciadamente no son infrecuentes las noticias de muertes a consecuencia de malos tratos físicos y psíquicos en las prisiones, sobre todo entre los presos de primer grado y FIEST (Fichero de Internos en Especial Seguimiento). En los últimos años han muerto más de 400 personas encarceladas, la mayoría en soledad en sus celdas, sin los más mínimos cuidados higiénicos. Los funcionarios los encuentran ahorcados en su celda o víctimas de sobredosis de drogas, o en el suelo agonizando de hepatitis o sida, sin medicación ni profilaxis, a pesar que el Código Penal obliga a su excarcelación en caso de padecer enfermedades graves e incurables.
Asimismo, en el caso de las personas presas por causas políticas (Antifascistas, independentistas, anarquistas…) se incumple la liberación de las personas encarceladas que han cumplido las tres cuartas partes de condena, negándoseles la aplicación de las mismas leyes que sus ‘carceleros’ han aprobado. Sus familias y personas allegadas tienen muy difícil acceso, ya que las macrocárceles suelen estar a más de 500 km. de sus lugares de origen. Se les abren las cartas, se manipulan las denuncias, se les somete a un duro régimen de aislamiento, constantes traslados-castigo, humillaciones y malos tratos.
Para las mujeres las condiciones llegan a ser más duras si cabe. En el Estado español hay 5000 presas, porcentualmente el triple de mujeres presas que en el resto de países occidentales, el 40% son preventivas, ya que se da una mayor aplicación de la prisión provisional (en lugar de la libertad condicional) a la mujer que al hombre… En casos de maternidad se agrava más aún su situación, al ponerse trabas a una relación materno-filial en términos de dignidad, o al negárseles un vis a vis durante largos periodos de tiempo.
Tampoco las y los menores se libran de estas políticas de exterminio, siendo internados/as en tétricos centros y reformatorios donde sus derechos más fundamentales son violados sistemáticamente, condenándoles a un futuro de marginación y exclusión social de por vida, cuando manifiestamente han fracasado los sistemas educativos y ‘reeducativos’.
Respecto a los CIE’s (Centros de Internamiento de Extranjeros) la irracionalidad es absoluta, no solo se encierra a personas que no han cometido ningún delito, sino que los más básicos derechos fundamentales se quedan a sus puertas.
Éste es el sombrío panorama que se vive detrás de los muros de las prisiones. Un preso de Topas contaba amarga y acertadamente que lo que ocurre en las cárceles ‘no es más que la venganza de una parte de la sociedad que, cobarde, consiente con su silencio’.